facebook facebook twitter twitter instagram instagram youtube youtube

Entrevista a Fernando Valladares

Entrevista Fernando Valladares
[...] en los últimos 30 o 40 años la frecuencia y la peligrosidad de las pandemias han aumentado, precisamente porque el origen de muchas de estas zoonosis viene de una naturaleza mal conservada [...]
Fernando Valladares es profesor de investigación del CSIC, donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global. También es profesor asociado de la Universidad Rey Juan Carlos y participa en los másteres de biodiversidad de la Universidad Olavide de Sevilla y la Rey Juan Carlos de Madrid. Ha publicado más de 350 trabajos científicos e impartido más de 250 conferencias por todo el mundo. Entrevista por Montse de la Cal ::
Imágenes: Dani Simón ::
Tuya es la sorprendente frase: "ya teníamos la vacuna contra el coronavirus y la hemos tirado". Digamos que podemos hablar ante una pandemia de al menos dos tipos de vacuna. La vacuna en sentido estricto que es la sanitaria, la que vamos buscando ahora con desesperación y urgencia, y una vacuna en el sentido más figurado, que yo creo también que es más importante y más global, que es una vacuna que reduciría mucho los riesgos de infección ante este patógeno y ante otros que están por venir. Esa vacuna es una naturaleza que tenga las especies que tiene que tener y los procesos ecológicos que aseguren su funcionamiento. La COVID-19 es una zoonosis, ¿qué significa esto? Las zoonosis son patógenos, virus, bacterias, a veces incluso hongos, que se desarrollan en animales y por alguna razón, bien porque muta o porque es compatible con el ser humano, saltan a la especie humana, provocando una enfermedad que en ocasiones puede alcanzar dimensiones de epidemia o de pandemia. Estas zoonosis han existido siempre. Desde el neolítico y antes hay registros que se pueden trazar en la especie humana; de hecho las pandemias han marcado la historia y la evolución biológica de nuestra especie. Lo que sin embargo sabemos es que en los últimos 30 o 40 años la frecuencia y la peligrosidad de las pandemias han aumentado, precisamente porque el origen de muchas de estas zoonosis viene de una naturaleza mal conservada o de problemas ambientales que aumentan el riesgo de que esos patógenos salten a la especie humana.
Entrevista Fernando Valladares
[...] hemos estado protegidos en latitudes templadas por un clima más fresco. Ahora que el calentamiento hace que esas zonas templadas sean más calurosas, dichas enfermedades tropicales se expanden a latitudes donde eran prácticamente desconocidas [...]
¿Con unos ecosistemas sanos y una rica biodiversidad, nunca hubiéramos conocido al coronavirus? Es posible que este patógeno no lo hubiéramos conocido. Pero en cualquier caso el riesgo de que lo hubiéramos conocido y se hubiera quedado en una zona mucho más local, es otro escenario que una naturaleza bien conservada hace. Y puede pasar de ser una cuestión anecdótica, accidental, muy localizada, que ocurre con cierta frecuencia, a ser lo que ha sido ahora, un patógeno que se nos ha ido de control y que hemos sido incapaces de mantenerlo en condiciones de bajo riesgo para la humanidad. ¿Cómo nos protege la biodiversidad de las zoonosis? La diversidad, tanto de especies, como dentro de una especie la diversidad genética que pueda haber, nos protege por varios mecanismos. En primer lugar hace que las especies portadoras de patógenos peligrosos para nosotros no exploten demográficamente. El hecho de que haya unas especies que comen a otras, que compitan, que se necesiten mutuamente, hace muy poco probable que la especie peligrosa alcance grandes números. Otro de los mecanismos muy conocidos de anteriores saltos de infecciones a humanos son los fenómenos de dilución o amortiguación. Cuando coexisten especies similares, por ejemplo de roedores, no todas las especies son igual de favorables para el patógeno, muchas de ellas las pueden albergar en peor numero y actúan de barrera, de cortafuegos, consiguiendo un efecto de dilución de la carga vírica. No se impide completamente el salto, pero se baja mucho la probabilidad de que se produzca. Se ha visto muy claramente con la diversidad de aves en el caso del Virus del Nilo, en EEUU. En aquellas regiones que tenían más diversidad de pájaros el virus se encontraba más diluido y por tanto los casos reportados de infecciones en humanos disminuían significativamente.
Entrevista Fernando Valladares
[...] los ciudadanos tenemos dos poderes de los que no somos muy conscientes, el poder de votar y el poder de consumir [...]
Casos concretos de epidemias y enfermedades que se hayan producido por zoonosis. Zoonosis importantes que han venido de patógenos de origen animal a la especie humana tenemos muchos casos. Los que más nos pueden sonar son el Ébola, un caso reciente, o distintos Sars, que son un grupo de virus muy próximos al de la gripe. Son variantes de virus que viven de forma habitual en nuestras poblaciones. Está también el virus de Malburgo y casos muy bien documentados como el Virus del Nilo, la enfermedad del West Nilo, que tiene un gran efecto sobre las aves. De hecho, la gripe aviar y la gripe porcina afectan a veces de forma muy importante a aves y animales producidos en gran cantidad en granjas industriales, aunque también se pueden dar en las poblaciones salvajes. El corona se está cebando en los grandes mataderos de EEUU, Inglaterra y Alemania. Tanto, que Merkel estudia prohibir los anuncios de carnes baratas en Lidl, Aldi, etc., e incluso educar para que se deje de comer 60kg/persona de carne al año, de mala calidad. La única forma de hacer mucha carne y muy barata es precisamente con una gran huella ambiental y con graves riesgos para nuestra propia salud. Estos riesgos empiezan con la mera producción de la carne en las granjas intensivas donde el peligro de zoonosis, de infecciones, ya es muy alto. Y de hecho se escapan periódicamente brotes graves de gripe aviar o porcina. Pero el problema sigue en toda la cadena. Luego esos animales son sacrificados para producir la carne, y en los mataderos se dan unas condiciones que favorecen el contagio. Tanto condiciones laborales de los propios trabajadores, por cómo están, sus distancias, sus concentraciones, sus jornadas extensas, como las condiciones de humedad y frío para conservar la carne que consiguen una atmosfera muy favorable para que el virus se mantenga más tiempo, y por tanto aumente mucho el riesgo de contagios. ¿Para ti es clara la relación entre el calentamiento global y la aparición de más y nuevas enfermedades? Hay efectos directos e indirectos muy bien conocidos de como el calentamiento global, el cambio climático en general, afecta a nuestra salud vía infecciones, riesgo de epidemias y pandemias. El caso más documentado es el de aquellas enfermedades de origen tropical en zonas cálidas, que encima están transmitidas por un vector. Tenemos el Zika, la Malaria y muchas enfermedades que están trasmitidas por un vector sensible a las temperaturas, de forma que hemos estado protegidos en latitudes templadas por un clima más fresco. Ahora que el calentamiento hace que esas zonas templadas sean más calurosas, dichas enfermedades tropicales se expanden a latitudes donde eran prácticamente desconocidas. Es uno de los mayores riesgos para la salud humana que la OMS lleva años documentando e incluso favoreciendo la formación de personal sanitario que conozca mejor estas enfermedades. ¿La deforestación y la desertificación juegan algún papel en las pandemias? La deforestación tiene varios efectos sobre el incremento de riesgo de estas infecciones. En primer lugar la exposición ante animales portadores de patógenos que permanecían antes lejos del contacto humano de forma natural en bosques mejor conservados. Pero además, se ha documentado por ejemplo el hecho de que los bosques se fragmenten. Hay estudios muy concluyentes y sencillos de entender que muestran cómo un bosque de la misma superficie pero en fragmentos más pequeños aumenta significativa y rápidamente el riesgo de que los patógenos salten a la especie humana. Y me gusta poner ejemplos no solo de zonas tropicales sino también de zonas templadas; en EEUU hace más de diez años se documentó para la enfermedad del Lyme cómo los bosques fragmentados aumentaban el riesgo de que dicha enfermedad saltara a la población humana.
Entrevista Fernando Valladares
[...] hay un concepto muy extendido que es el de desarrollo sostenible, es una contradicción de términos, no puede haber desarrollo y ser sostenible [...]
En lo que llevamos de año se han vuelto a producir grandes incendios en la Amazonía y el Ártico. Hay voces que alertan de que una nueva crisis global puede venir por los incendios. Los incendios son una gran tragedia, una forma rápida de abrirse paso ante un ecosistema que no sabemos sacarle rendimiento a corto plazo, como es un bosque tropical, y convertirlo en plantaciones industriales de soja, de palma, etc., que sí sabemos sacarle rendimiento. Esto se hace vía incendios que suelen descontrolarse y quemar mucha más zona de forma poco sostenible y recuperable. Y que además tienen implicaciones no solo locales de pérdida de diversidad, sino globales, porque afectan a los ciclos de la materia a escala planetaria. Pensemos que los bosques africanos, asiáticos o amazónicos, regulan el clima de la tierra, el ciclo hidrológico y también gases con efecto invernadero cruciales como es el CO2, y no puede delegarse su gestión solamente a los países que los tienen. De tal forma que hay que buscar acuerdos internacionales para ayudarles a una transición ecológica que permita su conservación. Brasil, sacudida por la pandemia, tiene aún peores noticias que darnos: la deforestación ilegal en la Amazonia aumentó un 63,75% en abril respecto al año anterior, aunque las personas estaban confinadas. Y eso que la deforestación en 2019 creció un 85%. Parece ser que el principal responsable es el gobierno por paralizar la demarcación de tierras indígenas y desmantelar el sistema de protección ambiental. De hecho, el congreso presentó en mayo un Proyecto de Ley que legalizaba millones de hectáreas que fueron invadidas y deforestadas. ¿Hay solución? La solución a un problema tan complejo como son las amenazas que ciernen al bosque amazónico nos obligan a una reflexión internacional que pasa por comunicar mejor las ventajas y los riesgos de esa actuación. Y pasa también por buscar alternativas entre todos, soluciones concretas económicas, no solo desde el punto de vista de sanciones, que también podría ser una opción, pero que las sanciones y las prohibiciones sabemos que tienen un límite en cuanto a su eficacia. Tiene que haber incentivos para actividades alternativas y la financiación colectiva de los costes de conservar los bosques en buen estado. Tenemos que ver a países como Brasil como un ejemplo dramático del siglo XXI porque está completamente de espaldas a la naturaleza. Y es paradójico porque es uno de los países que conserva más cantidad y calidad de naturaleza en el planeta. Quizás en el caso de la amazonia es más flagrante y tiene repercusiones más globales, pero en general, todos debemos revisar nuestra relación con la naturaleza. No podemos seguir de espaldas a ella porque eso es la base de la insostenibilidad.
Entrevista Fernando Valladares
[...] el ladrillo en España junto al turismo son las dos únicas formas en que sabemos hacer dinero a corto plazo, pero ese dinero es muy tramposo porque a largo plazo se nos vuelve en contra [...]
¿Qué problemas urgentes acechan a la Amazonía además de los incendios? Tenemos el problema más obvio que es la deforestación, pero además, algo que la ciencia no termina de entender exactamente bien es por qué funciona peor ahora el bosque amazónico, fija mucho menos de la mitad de carbono de lo que fijaba hace 30 años. A esto se suman otros problemas ambientales muy graves como son la extracción del oro. No solo genera deforestación en la zona de explotación, sino que genera unos suelos tóxicos y empobrecidos que son incapaces de regenerarse por sí mismos. De ahí no puede volver a salir bosque amazónico ni prácticamente vegetación alguna como se ha documentado décadas después en explotaciones que han sido abandonadas. Y por si fuera poco, en muchas zonas de la amazonia se explota el petróleo de una forma completamente insostenible, sin ningún control ambiental, generando vertidos y un impacto ambiental desproporcionado para la cantidad de petróleo que se extrae. En junio, Greenpeace denunciaba que cadenas hoteleras como Barceló, Iberostar o H10 Hotels ofrecen a sus clientes solomillo y chuletón de vaca que realmente es carne congelada proveniente de áreas protegidas de la Amazonia que han sido invadidas y deforestadas. ¿Tiene alguna responsabilidad el turista alemán, inglés, francés, holandés o español que come en estos hoteles? Los ciudadanos tenemos dos poderes de los que no somos muy conscientes, el poder de votar y el poder de consumir. Pero luego hay otra cuestión más sutil que es la responsabilidad que éstos nos confieren. Si ejercemos estos poderes con responsabilidad tendremos que informarnos un poco más y veremos que algunas de nuestras actuaciones tienen consecuencias ambientales. Hay actividades que vamos conociendo, como son la producción de palma o de soja en determinados sitios, que nos hace reducir su consumo o pedir más garantías del origen para que cumplan la normativa ambiental. Lo mismo se puede escalar a muchas otras actividades como la turística que tienen una carga ambiental. El permafrost del ártico que cubre el 25% de la tierra se está deshelando por el calentamiento global. En junio Siberia registró 30º con picos de 38º; el deshielo se está triplicando. ¿Por qué dicen que esto puede traer nuevas y antiguas enfermedades? El problema de los suelos permanentemente congelados, del inglés Permafrost, es múltiple. En primer lugar, el que se descongele genera problemas de estabilidad en las infraestructuras humanas que puedan existir, problemas ecológicos, ambientales, de perturbación importante en ecosistemas y generan la liberación de cosas que estaban congeladas por las bajísimas temperaturas del suelo. Dos temas nos deben preocupar. El primero y más directo relacionado con las pandemias es que se están liberando patógenos, formas de virus, algunos desconocidos para la ciencia y otros que pensábamos que estaban erradicados. Por ejemplo, formas de Antrax que permanecían en suelos de Siberia, y que han provocado de momento problemas muy locales, pero nos avisan de que estamos descongelando microorganismos, patógenos y virus que estaban ahí a buen recaudo. Y el segundo tema que no debemos olvidar es que el Permafrost es un importante reservorio de gases con efecto invernadero. El metano y el CO2 estaban confinados y lo que menos necesitamos es que empiecen a liberarse en grandes cantidades. Esto es un gran riesgo que solo puede acelerar el calentamiento global y convertir el cambio climático en algo todavía más urgente y dramático. ¿Qué tal se relacionan las grandes ciudades con la pandemia? Las ciudades son un gran enigma sobre su futuro y viabilidad para la salud de la especie humana. Y una de las interacciones que estamos conociendo es entre la contaminación de las ciudades y las pandemias, en este caso la Covid-19. Hay un estudio muy revelador que muestra como ligeros incrementos de partículas contaminantes, concretamente la PM2.5, en la atmosfera, hacen que las personas que las han respirado durante años sean mucho más vulnerables al Covid, hasta el punto de que en ciudades que tenían solamente un microgramo más de estas partículas PM2.5 por m3, aumentaba un 15% la mortandad por coronavirus. O sea, que el efecto es muy grave cuando se incrementa ligeramente la contaminación.
Entrevista Fernando Valladares
[...] La única forma de hacer mucha carne y muy barata es precisamente con una gran huella ambiental y con graves riesgos para nuestra propia salud [...]
En Milán impusieron el uso de la bicicleta durante la pandemia. Barcelona intenta atraer fauna a sus espacios verdes, erradicó el glifosato, siembra flores en los alcorques de los árboles y ha iniciado una plantación de alcornoques. Burgos, Madrid, León, Valladolid, Melilla y Granada han renaturalizado sus ríos a su paso por la ciudad. ¿Hay que repensar seriamente las ciudades? Las ciudades hay que humanizarlas. Hay estudios aplastantes mostrando cómo las zonas verdes dentro de una ciudad afectan a nuestra salud. Pero incluso se ha visto que vivir a 500m de estas zonas aumenta varios años nuestra vida. Se ha documentado que mejoran nuestra salud en muchos aspectos y para enfermedades como la anorexia, la ansiedad, la depresión, síndromes bipolares, etc. En Barcelona hay un estudio que empieza a mostrar evidencias anatómicas de cómo los cerebros de los niños que han estado expuestos a zonas verdes durante su infancia tienen un mejor cerebro, con más sustancia gris, más capacidad de funcionar, mejor memoria, e incluso han encontrado las regiones concretas del cerebro que se han visto beneficiadas por el contacto con estas zonas. El pasado enero la borrasca Gloria se llevó casas y playas enteras en nuestro país. Muchas voces dijeron que había que deconstruir gran parte del litoral mediterráneo; dos meses después llega una pandemia y con la excusa de la recuperación económica se da luz verde a urbanizaciones y campos de golf en parajes naturales como los acantilados de Maro, la playa de los Genoveses, Barbate o la playa de La Tejita en Tenerife ¿Qué opción tomamos, deconstruimos ladrillo o avivamos el ladrillazo? La artificialización del paisaje, del suelo, es una inversión que a corto plazo genera riqueza pero que a largo plazo es carísima para la humanidad, porque, ¿quién paga los grandes desastres ambientales? Al final los pagamos todos y se diluyen esas pérdidas. Lo que ocurre es que las economías no sabemos hacerlas con visión a largo plazo. Y cuando salimos de una emergencia como puede ser una pandemia, toda nuestra urgencia es volver a hacer lo mismo que nos daba dinero antes. Y el ladrillo en España junto al turismo son las dos únicas formas en que sabemos hacer dinero a corto plazo, pero ese dinero es muy tramposo porque a largo plazo se nos vuelve en contra. Esto se puede ilustrar con un ejemplo, el Mar Menor. Cuarenta años de degradación ambiental exponencial han derivado que en los últimos meses su situación sea insostenible. Y en el Mar Menor se dan ahora dos situaciones esquizofrénicas. Tenemos a políticos de Murcia fomentando la construcción y actividades económicas con impacto directo sobre el propio Mar Menor, haciendo incluso decretos leyes urgentes que posibiliten proyectos que ambientalmente antes eran inviables. Y a la vez, existe una propuesta de darle al Mar Menor el estatus de entidad jurídica, que sería la forma de reconocerle derechos propios, de bienestar, etc. ¿Cuál ganara? Efectivamente se flexibilizan normas en plena pandemia para reactivar la económica, por ejemplo, con la aviación. ¿Tiene alguna solución este sector que de momento no cuenta con tecnología sostenible? La aviación no tiene salida. La única salida ambiental y sostenible es reducirla a lo mínimo, a los viajes más necesarios. Pero claro, cumple un fuerte papel social, para hacer turismo, reuniones de trabajo, y un enorme desarrollo de actividades económicas asociadas al propio sector como fuente de ingresos. Por ello, debemos planear conjuntamente una desescalada y una transformación profunda del sector y seguramente de otros sectores parecidos en los próximos años.
Entrevista Fernando Valladares
[...] la aviación no tiene salida. La única salida ambiental y sostenible es reducirla a lo mínimo, a los viajes más necesarios [...]
¿Es compatible el crecimiento con la sostenibilidad? Hay un concepto muy extendido que es el de desarrollo sostenible. Realmente el concepto es un oxímoron, es una contradicción de términos, no puede haber desarrollo y ser sostenible. Es imposible intentar desarrollarse económicamente en el sentido tradicional de la palabra cuando los recursos y las condiciones que lo hacen posible no son infinitos. Lo que ocurre es que hay variantes del desarrollo que consideran otros aspectos, humanos, sociales, de bienestar, que no necesariamente tienen una huella ambiental directa y muy grande, que sí se podrían hacer, reinventando la palabra economía y lo que entendemos por desarrollo. Hay que redefinir por ejemplo el criterio del producto interior bruto y meter en el PIB otras cosas que no sean solo indicadores muy rudimentarios de crecimiento económico. Europa, mediante el "Pacto Verde Europeo" presentado en la cumbre de Madrid COP 25 poco antes de la pandemia y la reciente Ley del Clima, se propone ser climáticamente neutra en 2050. ¿La pandemia lo va a retrasar? El Pacto Verde Europeo es necesario y motivante. Ya solo por eso hay que apoyarlo decididamente. Pero tiene otros adjetivos que son insuficiente y poco realista. Hay que aumentar la intensidad y el calendario para lograr los objetivos que se proponen. Esto no lo invalida, simplemente hay que darle más velocidad y más ambición. Tampoco debe defraudarnos el hecho de que lo no veamos convergir por ejemplo con la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, porque está bien tener esos objetivos pero también hay que saber que su implementación requiere de más ambición y no tenemos todos los mecanismos para hacerla realidad con la intensidad y los plazos que queremos. Trabajas como científico en el CSIF, organismo del gobierno. ¿Cuánto se está teniendo en cuenta vuestra opinión a la hora de la reconstrucción económica del país o la de Europa? Los científicos estamos encantados de ayudar a la sociedad y creemos que podemos ser muy útiles transfiriendo lo que sabemos, y sobre todo el cómo abordamos la resolución de problemas complejos en una sociedad que se enfrenta al cambio climático, a la pandemia, a desafíos importantes y difíciles de resolver. Lo que nos estamos encontrando es que el lenguaje de la ciencia tiene muy poca relación con el lenguaje de la sociedad, y sobre todo con el de la política. Por ejemplo, ahora con la pandemia hemos estado en una situación en la que por primera y única vez en la historia de España y de muchos otros países, las decisiones políticas a corto plazo se estaban tomando on line, en directo, sobre el asesoramiento científico. Ha sido un buen experimento. Yo creo que las conclusiones son mayoritariamente positivas, pero han generado situaciones poco deseables para muchos políticos e incluso para la propia sociedad. ¿Por qué? Porque la ciencia en ocasiones se enfrenta a una audiencia de varios millones de telespectadores y en ese momento dice “no lo sé”, y muestra una gran incertidumbre ante cómo hacer el programa de la desescalada o qué actuaciones tomar ante un confinamiento o una medida económica compleja. Y lo que se dijo el miércoles, el jueves se modifica, y ahí tenemos a un Fernando Simón dando la cara, explicando cambios de opinión o incertidumbre. Bueno, pues esto es el padre nuestro de cada día en ciencia, y éste es uno de los lenguajes que deberíamos transmitir, no tanto el conocimiento sino el convivir y aprender de la incertidumbre, no pretender que lo sabemos todo cuando no es cierto.
Entrevista Fernando Valladares
[...] el Permafrost es un importante reservorio de gases con efecto invernadero. El metano y el CO2 estaban confinados y lo que menos necesitamos es que empiecen a liberarse en grandes cantidades [...]
Gracias al confinamiento hubo menos tráfico y mejoró la calidad del aire, las emisiones se redujeron por la caída de la aviación y las industrias. Las aguas se limpiaron y los animales ocuparon otros espacios. Pero una vez desconfinados volvemos al glifosato, se ha incrementado un 200% el plástico, usamos más el transporte privado, hay mascarillas en los océanos, se retrasa la cumbre del clima y se habla de flexibilizar emisiones. ¿El estado de alarma ha servido para algo? El estado de alarma ha servido para varias cosas, lo que es más dudoso es el efecto a largo plazo. Ha servido por ejemplo para preocuparnos y buscar la fuente de esas preocupaciones. Y hemos ido viendo como el medio ambiente y el cambio climático estaban detrás de muchos de los problemas de la pandemia, con lo cual, si queremos cambiar algo tenemos que mirar profunda y honestamente a nuestra relación con el medio ambiente. Esto ha sido una reflexión que yo creo que buena parte de la sociedad ha hecho, llevada tanto por el miedo a la pandemia como por el estado reflexivo que permite un confinamiento masivo. Y es una de las cosas buenas que ha traído la pandemia y el confinamiento y que quizás podrían quedarse. Lo que no va a quedarse, por lo menos en el corto plazo, son los niveles bajos de emisión que permitieron tener las atmosfera despejada porque se sabe que cuando salimos de las crisis, sean sanitarias, económicas o ambientes, se produce un efecto rebote de tal forma que en poco tiempo se emite, se contamina, buena parte, si no más, de lo que dejó de hacerse en el estado de la crisis. ¿En qué hay que invertir para evitar futuras pandemias? En lo que habría que invertir es en una planificación a largo, medio y corto plazo. Todas las escalas son importantes. En el corto plazo indudablemente la inversión debe ser en el sistema sanitario y la investigación biomédica. Pero luego tenemos que tener esa visión a medio y largo plazo en otros sectores súper importantes, que lo beneficios no los vamos a ver tan rápido pero que son los que nos harán disminuir significativamente el riesgo de que nuevas pandemias puedan ocurrir. En esos sectores estamos metiendo actividades científicas de investigación en áreas no solo biomédicas sino en áreas complementarias, e incluso sociales de cómo reorganizar la sociedad, en áreas económicas, etc. Y luego, tenemos que tener esa mirada a largo plazo, pero debemos empezar ya, con el medio que nos rodea, con la naturaleza, en un sentido muy amplio. No solo verlo como una composición de especies bonitas, sino como un sistema dentro del cual hay miles de virus, la mayoría beneficios, y unos poquitos perjudiciales. Entender cómo funciona ese ecosistema, sus procesos, y conservarlo, porque hay muchas funciones claves que solo nos damos cuenta de su importancia cuando nos fallan. Nadie pensó, por ejemplo, que la biodiversidad nos protegía de las pandemias, excepto algunos especialistas.
Entrevista Fernando Valladares
[...] nadie pensó que la biodiversidad nos protegía de las pandemias, excepto algunos especialistas [...]